La palabra que en el Nuevo Testamento es traducida normalmente como «siervo» significa realmente «esclavo» y se refiere a una persona que era propiedad o era controlada por alguien, y no solamente a un servidor contratado para realizar un determinado trabajo. Algunos esclavos realizaron penosas tareas domésticas. Otros, llamados «mayordomos», supervisaban la labor de los siervos inferiores o administraban las finanzas de sus amos. En la época de Jesús, algunas personas eran esclavas porque habían nacido de padres esclavos. Otros, porque habían sido capturados en la guerra y obligados a convertirse en esclavos. Y aún otros, porque se habían vendido a sí mismos como esclavos ya que así era más fácil tener un mejor nivel de vida comparado con el tener que encontrar vivienda o alimentos por su propia cuenta.
Algunos esclavos eran mejor educados que sus amos y servían como maestros de los hijos de sus amos. Los esclavos de amos ricos tenían todo tipo de oportunidades, cosa que nunca hubieran conseguido por su propia cuenta. Pero los esclavos no tenían ninguna libertad, y sus propietarios podían hacer con ellos lo que quisieran, incluso venderlos a otra persona. Después de que los esclavos alcanzaban la mayoría de edad (30 años), muchos se convertían en «hombres libres» que seguían colaborando con sus antiguos amos y a sus familias. Algunos esclavos ganaban suficiente dinero como para comprar su propia libertad, lo que significaba que sus hijos podían obtener también la libertad.