Reflexiona:
Amar a Dios y amar al prójimo.
Piensa:
Desde muy pequeños a todos se nos enseña a aprender cosas: hablar, deportes, artes, leer, usar dispositivos electrónicos; y nos acostumbramos a desarrollar nuestras habilidades intelectuales para ser exitosos; pero son muy pocas las familias que se preocupan por desarrollar las habilidades afectivas de los niños, o los adultos que se toman el tiempo para atender sus carencias emocionales. El resultado es un mundo lleno de gente que sabe y entiende muchas cosas; pero que siente muy poco. Es como ser analfabeta en emociones.
No es raro encontrarnos personas que defienden a los animales diciendo que «toda vida es valiosa», pero apoyan el aborto y la eutanasia; o personas que son muy letradas en la Biblia y religión, pero que son incapaces de hacer algo bueno por la gente que la rodea; por el otro lado encontramos muchas personas que se desviven por hacer «obras de caridad», pero únicamente para conseguir el reconocimiento de la sociedad o vanagloriarse a sí mismos.
Por eso hoy Jesús nos quiere recordar que lo más importante es el amor y los dos amores que deben guiar nuestras acciones son el amor a Dios y el amor al prójimo. Aunque se expresan de forma diferente, no pueden separarse; si tratamos de amar solo a Dios, ignorando al hermano entonces nuestro amor es vacío y sin sentido; si intentamos amar a los demás, dejando de lado a Dios, entonces caemos en el egoísmo y la falsedad.
Nuestra vida se debe conducir por el sendero que nos lleva a amar a Dios en los hermanos, y amar a los hermanos porque Dios está en ellos. El maestro de la ley que nos muestra el Evangelio de hoy lo había comprendido y Jesús le dijo «No estás lejos del reino de Dios». Que dichosos seremos si además de entenderlo lo llevamos a la práctica.
El Evangelio de hoy es una invitación para abrirnos al amor, y no solo para amar a otros, sino para dejarnos amar por Dios y por nuestros hermanos.
Dialoga:
Señor Jesús, dame la gracia de saber amar incondicionalmente como Tú me amas, que sepa encontrarte en mis hermanos para amarte en ellos con un servicio generoso y desinteresado. No permitas que los miedos o la vanidad me alejen de tu amor, ayúdame a amar y dejarme a amar por ti y por las personas que has puesto en mi vida.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, que sepa amar sinceramente»
Recalculando:
Te invito a que recalcules la dirección de tu vida cristiana encontrando en tu entorno alguna institución que se dedique a dar soporte y brindar amor a personas desvalidas. Piensa en la cantidad de niños huérfanos, ancianos abandonados, enfermos solos. Tal vez en tu búsqueda de esta institución, puedas hacer un aporte significativo en la vida de alguna persona. Eso te irá dando crédito a ti mismo de tu crecimiento cristiano.
Texto del Evangelio de hoy: San Marcos 12:28-34
Uno de los maestros de la Ley escuchó la conversación entre Jesús y los saduceos. Al ver que Jesús les respondió muy bien, se acercó y le preguntó:
—¿Cuál es el mandamiento más importante de todos?
Jesús le contestó:
—El primero y más importante de los mandamientos es el que dice así: “¡Escucha, pueblo de Israel! Nuestro único Dios es el Dios de Israel. Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales.” Y el segundo mandamiento en importancia es: “Cada uno debe amar a su prójimo, como se ama a sí mismo.” Ningún otro mandamiento es más importante que estos dos.
El maestro de la Ley le dijo:
—Muy bien, Maestro. Lo que dices es cierto: sólo Dios es nuestro dueño, y no hay otro como él. Debemos amarlo con todo nuestro ser, y amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Estos mandamientos son más importantes que cumplir con todos los ritos y deberes religiosos.
Como Jesús vio que el maestro de la Ley le dio una buena respuesta, le dijo:
—No estás lejos del reino de Dios.
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.