Reflexiona:

«Cuando ustedes hagan una buena acción, no lo anuncien por todos lados; así esa ayuda se mantendrá en secreto, y Dios el Padre, que conoce ese secreto, les dará a ustedes su premio».

Piensa:

El mundo actual nos bombardea a cada instante con mensajes que nos hacen sentir que necesitamos el reconocimiento de la mayor cantidad de personas para poder ser alguien en la vida. Cada vez son más increíbles los contenidos que las personas suben a sus redes sociales con tal de llamar la atención y conseguir likes, como si eso fuera una medida de la cantidad de cariño que tienen.

Esta trampa de narcisismo ha llegado a invadir incluso las cosas que pueden parecer buenas, pero que en el fondo no son más que una forma de nutrir el ego de quienes están al frente de esas iniciativas. Muchas personas son capaces de hacer donativos, a iniciativas en favor del hambre, la pobreza o el desarrollo de las comunidades; pero a cambio de disminuir su pago de impuestos o para «colgarse una medallita» y conseguir la simpatía de la gente.

Y cada uno de nosotros no está exento de esta trampa, cuántas veces antes de dar una moneda a un necesitado, miramos a ambos lados para asegurarnos que alguien nos mire. O cuando decidimos ayudar a un compañero del colegio con sus tareas, pero nos aseguramos de hacerle sentir en deuda con nosotros, para más adelante pedirle que nos devuelva el favor.

Hoy Jesús nos advierte del falso altruismo, si hacemos el bien, pero con el propósito de conseguir el reconocimiento de los demás, entonces nuestras acciones se quedan vacías y no tienen el valor de la generosidad real. El Evangelio nos invita a practicar la humildad y a hacer el bien por el simple hecho de que somos hijos de Dios y es nuestro debes cuidar unos de otros, como hermanos. Un corazón humilde y generoso es capaz de realizar actos de caridad aun cuando nadie se entere; porque no busca el reconocimiento de los demás, sino que actúa por amor a Dios y busca únicamente agradarle a él.

Dialoga:

Señor Jesús, concédeme tener un corazón humilde que no actúe por vanidad, que mis actos de caridad sean desinteresados, por el simple placer de agradar a Dios Padre que nos ha mandado vivir como hermanos en unidad. Ayúdame a caminar de tu lado imitando tu corazón manso y humilde en cada paso.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «Señor, que sepa vencer la vanidad con humildad»

Recalculando:

Tu conciencia es muy importante, por eso, te invito a que hagas una buena acción que quede en silencio y que nadie se entere. No lo cuentes a nadie. Puede ser encontrar a alguien que pasa hambre y le ayudas con su comida, o alguien que está sin salir de mucho trabajo o estudio y tú le ayudas, de la manera más sencilla y pasando desapercibido. Estas cosas quedan en tu corazón de persona buena que va acercándose al Señor.

Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 6:1-6, 16-18

«Cuando ustedes hagan una buena acción, no lo anuncien por todos lados; de lo contrario, Dios su Padre no les dará ningún premio.

»Si alguno de ustedes ayuda a los pobres, no se ponga a publicarlo en las sinagogas ni en los lugares por donde pasa la gente; eso lo hacen los hipócritas, que quieren que la gente los alabe. Les aseguro que ése es el único premio que ustedes recibirán.

»Cuando alguno de ustedes ayude a los pobres, no se lo cuente a nadie. Así esa ayuda se mantendrá en secreto, y Dios el Padre, que conoce ese secreto, les dará a ustedes su premio.

»Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas. A ellos les encanta que la gente los vea orar. Por eso oran de pie en las sinagogas y en los lugares por donde pasa mucha gente. Pueden estar seguros de que no tendrán otra recompensa.

»Cuando alguno de ustedes ore, hágalo a solas. Vaya a su cuarto, cierre la puerta y hable allí en secreto con Dios, su Padre, pues él da lo que se le pide en secreto.

»Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas. A ellos les gusta que la gente sepa que están ayunando. Les aseguro que ése será el único premio que ellos recibirán. Cuando ustedes ayunen, péinense bien y lávense la cara, para que la gente no se dé cuenta de que están ayunando. Sólo Dios, su Padre, quien conoce todos los secretos, sabrá que están ayunando y les dará su premio.»

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.