23 de agosto
Introducción
1 Samuel 1:1–28: hoy comenzamos a leer fragmentos del libro de 1 Samuel, que registra la transición en Israel desde el período de los jueces hasta la monarquía. Este cambio en la vida de Israel gira en torno a las vidas de tres hombres: Samuel, el último de los grandes jueces; Saúl, el primer rey de Israel; y David, cuyas primeras aventuras antes de llegar al poder están entrelazadas con los relatos de Samuel y Saúl. En la lectura para hoy, conocemos a Ana, que no tiene hijos y es atormentada por la otra esposa de su marido, Penina. Ana ora a Dios por un hijo y su oración es escuchada por el sacerdote Elí en la casa del Señor en Siló. Ana da a luz a un hijo y lo llama Samuel, que en hebreo significa «nombre de Dios» —y, en la lectura para hoy, está relacionado con el verbo hebreo para «pedir». Después de que Samuel ha sido destetado, Ana lo lleva a Siló para dedicarlo al Señor, cumpliendo así la promesa que había hecho.
Versículo bíblico para hoy: 1 Samuel 1:28a
[Ana dijo:] “Yo, por mi parte, lo he dedicado al Señor, y mientras viva estará dedicado a él.”
Lectura
1 En un lugar de los montes de Efraín, llamado Ramá, vivía un hombre de la familia de Suf, cuyo nombre era Elcaná. Era hijo de Jeroham y nieto de Elihú. Su bisabuelo fue Tohu, hijo de Suf, que pertenecía a la tribu de Efraín. 2 Elcaná tenía dos esposas. Una se llamaba Ana, y la otra Peniná. Peniná tenía hijos, pero Ana no los tenía. 3 Todos los años salía Elcaná de su pueblo para rendir culto y ofrecer sacrificios en Siló al Señor todopoderoso. Allí había dos hijos del sacerdote Elí, llamados Hofní y Finees, que también eran sacerdotes del Señor.
4 Cuando Elcaná ofrecía el sacrificio, daba su ración correspondiente a Peniná y a todos los hijos e hijas de ella, 5 pero a Ana le daba una ración especial, porque la amaba mucho, a pesar de que el Señor le había impedido tener hijos. 6 Por esto Peniná, que era su rival, la molestaba y se burlaba de ella, humillándola porque el Señor la había hecho estéril.
7 Cada año, cuando iban al templo del Señor, Peniná la molestaba de este modo; por eso Ana lloraba y no comía. 8 Entonces le decía Elcaná, su marido: «Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué estás triste y no comes? ¿Acaso no soy para ti mejor que diez hijos?»
9 En cierta ocasión, estando en Siló, Ana se levantó después de la comida. El sacerdote Elí estaba sentado en un sillón, cerca de la puerta de entrada del templo del Señor. 10 Y Ana, llorando y con el alma llena de amargura, se puso a orar al Señor 11 y le hizo esta promesa: «Señor todopoderoso: Si te dignas contemplar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mí y me concedes un hijo, yo lo dedicaré toda su vida a tu servicio, y en señal de esa dedicación no se le cortará el pelo.»
12 Como Ana estuvo orando largo rato ante el Señor, Elí se fijó en su boca; 13 pero ella oraba mentalmente. No se escuchaba su voz; sólo se movían sus labios. Elí creyó entonces que estaba borracha, 14 y le dijo:
—¿Hasta cuándo vas a estar borracha? ¡Deja ya el vino!
15 —No es eso, señor —contestó Ana—. No es que haya bebido vino ni ninguna bebida fuerte, sino que me siento angustiada y estoy desahogando mi pena delante del Señor. 16 No piense usted que soy una mala mujer, sino que he estado orando todo este tiempo porque estoy preocupada y afligida.
17 —Vete en paz —le contestó Elí—, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.
18 —Muchísimas gracias —contestó ella.
Luego Ana regresó por donde había venido, y fue a comer, y nunca más volvió a estar triste. 19 A la mañana siguiente madrugaron y, después de adorar al Señor, regresaron a su casa en Ramá. Después Elcaná se unió con su esposa Ana, y el Señor tuvo presente la petición que ella le había hecho. 20 Así Ana quedó embarazada, y cuando se cumplió el tiempo dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, porque se lo había pedido al Señor.
21 Luego fue Elcaná con toda su familia a Siló, para cumplir su promesa y ofrecer el sacrificio anual; 22 pero Ana no fue, porque le dijo a su marido:
—No iré hasta que destete al niño. Entonces lo llevaré para dedicárselo al Señor y que se quede allá para siempre.
23 Elcaná, su marido, le respondió:
—Haz lo que mejor te parezca. Quédate hasta que lo hayas destetado. Y que el Señor cumpla su promesa.
Así ella se quedó y crió a su hijo hasta que lo destetó. 24 Y cuando le quitó el pecho, y siendo todavía él un niño pequeño, lo llevó consigo al templo del Señor en Siló. También llevó tres becerros, veintidós litros de trigo y un cuero de vino. 25 Entonces sacrificaron un becerro y presentaron el niño a Elí. 26 Y Ana le dijo:
—Perdone usted, señor, pero tan cierto como que usted vive es que yo soy aquella mujer que estuvo orando al Señor aquí, cerca de usted. 27 Le pedí al Señor que me diera este hijo, y él me lo concedió. 28 Yo, por mi parte, lo he dedicado al Señor, y mientras viva estará dedicado a él.
Entonces Elí se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, delante del Señor.
Reflexiona
Los niños eran considerados como un signo de la bendición de Dios (Salmos 127:3–5). ¿Qué podría haber estado diciendo Penina a Ana? ¿Cómo describirías la angustia de Ana? ¿Qué pensó Elí cuando observó a Ana orando? Como señal de dedicación al Señor, Ana prometió que el cabello de su hijo nunca sería cortado (versículo 11). Esto estaba en línea con un voto de dedicación como nazareo, una palabra en hebreo que significa «separado». Los nazareos eran personas que se dedicaban a servir a Dios y debían ser ritualmente limpios (véase Números 6:1–8; también puedes recordar la historia de Sansón en Jueces 13 y 16, en las lecturas del 15 y 17 de agosto). Imagínate en el lugar de Ana. ¿Qué pensamientos podría haber tenido ella al entregar a su hijo tan esperado para servir a Dios?
Ora
Dios fiel y amoroso, me dedico a adorarte y alabarte por todas tus bendiciones para mí. Ordena mis pasos este día para que todo lo que haga y diga sea agradable a tus ojos. Oro en tu santo nombre. Amén.
Lectura para mañana
1 Samuel 2:1–11: Ana ofrece una oración de acción de gracias.