¿Por qué el libro del profeta Isaías es especial?

El libro de Isaías contiene algunos de los más bellos poemas y de las más reconocidas palabras de esperanza de toda la Biblia. El mensaje de Isaías demuestra un profundo conocimiento de la Ley de Dios en lo que se refiere a la historia del pueblo elegido de Dios, Israel.

El pueblo y sus líderes desobedecieron la ley del Señor y fueron castigados, llevados al exilio en Babilonia y luego regresaron a Judá. Su templo fue reconstruido, como Dios había prometido. El pueblo esperaba un futuro mejor.

Los escritores del Nuevo Testamento a menudo citan a Isaías para demostrar que Jesucristo es el Mesías, el rey esperado de la familia de David. Su venida cumple la promesa de Dios de salvar a todas las personas y crear un futuro prometedor. Este Mesías se describe como el que gobernará el reino de David para siempre y establecerá la paz eterna (Isaías 9:6-7; 11:1-9). Los maestros cristianos interpretaron también el sufrimiento y la muerte de Jesús como un cumplimiento de los pasajes en Isaías que describe la obra especial del «siervo» de Dios (Isaías 49:1-6; 50:1-11; 52:13-53:12).

¿Por qué se escribió el libro del profeta Isaías?

El significado del nombre de Isaías revela uno de los temas claves en el libro. En hebreo, Isaías significa «El Señor (Yahveh) salva». Un tema importante de la sección intermedia del libro (Isaías 40-55) es el consuelo y la esperanza que ofrece para el pueblo escogido de Dios, que ha estado viviendo en el exilio en Babilonia. El Señor, el Santo de Israel, abrirá un camino para que el pueblo regrese a Judá y restaure el templo en Sion, el santo monte de Dios en Jerusalén. Allí, Dios vivirá de nuevo en medio de su pueblo (Éxodo 25:8; 2 Samuel 6:1-2; 1 Reyes 8:1-2, 10-13).

La primera sección de Isaías (1-39) contiene «malas noticias» sobre el juicio venidero de Dios. El pueblo de Israel había rechazado al Señor adorando a otros dioses y sacrificando a los ídolos de madera y piedra. Los líderes de Israel también hicieron tratados de paz con potencias extranjeras a las cuales les habían pagado impuestos. Esto significaba que no confiaban en Dios para salvarlos; se olvidaron de que él era quien los salvó de la esclavitud en Egipto y rechazaron la ley que les había dado por medio de Moisés.

Dicha ley ordenaba al pueblo adorar al Señor Dios por encima de todos los demás dioses y trabajar por la justicia ayudando a los necesitados (Isaías 1:16-17; 3:8-15). Al darle la espalda al Señor y desobedecerle, los habitantes de Jerusalén y de Judá fueron castigados. Ese castigo fue la derrota en manos de sus enemigos.

La última sección de Isaías (56-66) presenta al pueblo de Israel que ha recibido el mandato de reconstruir Sion y de vivir según los mandamientos de Dios. El nuevo pueblo de Israel se convertirá en ejemplo radiante de la justicia del Señor (60:1-3; 61:1-4); las naciones extranjeras reconocerán el poder del Dios de Israel (62:1-3) y servirán al pueblo de Dios (60:10-18).

¿Cuál es la historia del libro del profeta Isaías?

Isaías vivió dentro o muy cerca de Jerusalén, en Judá y predicó el mensaje del Señor durante el gobierno de cuatro diferentes reyes en Judá.

El trabajo de Isaías como profeta comenzó cuando recibió una visión del Señor en el templo en el año 742 a. C., el año de la muerte del rey Ozías (6:1). En ese momento, los ejércitos de Asiria habían capturado Aram (Siria) y amenazaban con invadir el reino del Norte (Israel). En el año 733 a. C., los reyes de Aram y de Israel invadieron a Judá y trataron de forzar al rey Ahaz de Judá a unírseles en la lucha contra Asiria. Ahaz hizo un tratado con el rey asirio, haciendo caso omiso a la advertencia de Isaías de no hacer una alianza. La estrategia de Ahaz fue contraproducente porque Asiria invadió y derrotó el reino del Norte, Israel, en el año 721 a. C. La derrota de Israel significaba que Judá estaba mucho más vulnerable a un ataque asirio. En el año 701 a. C., el rey Senaquerib de Asiria amenazó con capturar a Jerusalén, pero el rey Ezequías se mantuvo fiel al Señor y Jerusalén fue salvada (véase Isaías 36-38).

Los problemas de Judá, sin embargo, no se acabaron. Cuando algunos visitantes de Babilonia vinieron a ver a Ezequías, Isaías predijo que un día el reino de Babilonia haría prisionera a Jerusalén y se llevaría a muchos israelitas al exilio junto con los tesoros del palacio y del templo (Isaías 39).

Las palabras de Isaías se hicieron realidad unos cien años más tarde cuando Babilonia derrotó a Judá y destruyó a Jerusalén. El último grupo de israelitas fue llevado cautivo a Babilonia en el año 586 a. C. Las profecías en los capítulos 40—55 dejan entrever que ese momento había acontecido y el mensaje del profeta es entonces, uno de consuelo y esperanza. El Señor usaría al rey Ciro de Persia para derrotar a los babilonios (41:2-4), permitiendo que el pueblo de Judá volviera a su patria para reconstruir a Jerusalén y su templo (44:28; 45:13; Esdras 1:1-4). Ciro derrotó a Babilonia en el año 539 a. C., y en el año 538 a. C. emitió un edicto que permitió que el pueblo israelita regresara a su patria.

Después de regresar, el pueblo reconstruye el templo y lo dedica en el año 515 a. C., aunque las murallas de la ciudad de Jerusalén no habían sido aún reconstruidas (Esdras 6:13–15; Nehemías 1-6). Muy estrechamente vinculada a los capítulos 40-55, la última sección de Isaías (56-66) parece enfocarse en este tiempo después del regreso a Judá.

¿Cuál es la estructura del libro del profeta Isaías?

Isaías se divide a menudo en tres secciones, según la situación histórica que cada sección parece reflejar.

La primera (capítulos 1-39) trata principalmente de la historia de Israel y de Judá desde aproximadamente el año 740 a. C., hasta después del año 700 a. C. El mensaje de juicio en contra de Judá, Israel y las naciones circundantes es el tema principal de esta sección, aunque se pueden encontrar algunas palabras de esperanza y restauración (11:1-12:6; 14:1–2, 24–27, 34–35). El castigo del Señor a Babilonia, que tuvo lugar ciento cincuenta años después de Isaías, es profetizado en esta parte (13:1-14:22).

La segunda porción de Isaías (40-55) se centra en las promesas que Dios hizo al pueblo de Judá de regresar del exilio en Babilonia a su patria. En ella también se incluyen palabras fuertes para aquellos que confían en ídolos y no en el Dios vivo de Israel (44:12–20).

La sección final de Isaías (56—66) se centra en la reconstrucción del templo en el monte de Sion y el nuevo comienzo para Jerusalén y sus habitantes. Junto a estas promesas, el pueblo de Dios recibe la invitación de alejarse de los ídolos y obedecer los mandamientos de Dios. Las promesas de la nueva creación de Dios (65:17–25) se mezclan con las amenazas de castigo para aquellos que rechazan a Dios y a su ley (65:1–16).

Isaías puede dividirse de la siguiente manera:

Isaías I: Antes del exilio (1:1-39:8)

  1. Introducción (1:1–31)
  2. Profecías sobre Judá y Jerusalén (2:1-12:6)
  3. Profecías sobre las naciones extranjeras (13:1-23:18)
  4. Visión del juicio futuro de Dios (24:1-27:13)
  5. Los que se rebelen contra Dios serán castigados (28:1-33:24)
  6. Visiones de juicio y alegría (34:1-35:10)
  7. Los días del rey Ezequías (36:1-39:8)

Isaías II: Buenas noticias para el pueblo de Dios en el exilio (40:1-55:13)

  1. Babilonia es derrotada y el pueblo de Dios es liberado (40:1-48:22)
  2. Jerusalén será reconstruida (49:1-55:13)

Isaías III: Advertencias y promesas para el nuevo pueblo de Dios después del exilio (56:1-66:24)

  1. Hacer lo justo y obedecer las leyes de Dios (56:1-59:21).
  2. La salvación de Jerusalén (60:1-62:12)
  3. Bendición de los siervos y castigo a los pecadores (63:1-66:24)