Los votos son promesas verbales que se hacen a Dios, y a menudo, como respuesta a un favor recibido de Dios. La persona que hace el voto puede ofrecer una cosa, una acción o la promesa de una acción futura. Es un acto de confianza entre las personas y Dios. Se espera que una persona que hace un voto cumpla lo que promete. Los votos son utilizados en la Biblia de varias maneras:
Un voto (traducido a menudo como «promesa») no es lo mismo que un juramento. En general, un juramento asegura a los otros que el que dice el juramento está siendo veraz, mientras que un voto implica una promesa a Dios. El Nuevo Testamento declara que los juramentos deben ser evitados (Mateo 5:34-37; Santiago 5:12).
A veces, se hacían votos para conseguir algo de Dios. A cambio de ayuda o la bendición de Dios, la persona que hacía el voto prometía hacer algo o dar algo. Por ejemplo, Jacob prometió adorar a Dios y dar a Dios una décima parte de todo lo que tenía, si Dios lo protegía (Génesis 28:20-22). El valiente guerrero Jefté le prometió a Dios que le sacrificaría a la primera persona que lo saludara después de luchar contra los amonitas, si Dios le permitía ganar la batalla (Jueces 11). Ana le pidió a Dios que le diera un hijo, y a cambio le prometió dedicárselo para su servicio en Siló (1 Samuel 1). Y los marineros que iban con Jonás le hicieron promesas a Dios para que calmara la violenta tormenta del mar (Jonás 1:13-16). Véase también Hechos 21:23.
Otras promesas se hacían para agradecer a Dios, sin esperar nada a cambio. El rey David prometió que él no descansaría hasta que encontrara una casa para el Señor y el arca sagrada (Salmos 132:2-5).
Dios también hizo promesas. Dios siempre cumple sus promesas (véase Números 23:19). Aunque David no lo pidió, Dios prometió que el rey sería siempre alguien de la familia de David (2 Samuel 7; Salmos 132:11-12). En el libro de Génesis se pueden encontrar otros ejemplos de promesas o votos de Dios. En Génesis 8:21, el Señor prometió que nunca más destruiría a los seres vivientes o castigaría a la tierra por los pecados del pueblo. En Génesis 12:2-3, el Señor prometió bendecir a Abram y sus descendientes para que fueran una gran nación, y en Génesis 15:5-6, el Señor prometió descendientes a Abram, tantos como las estrellas del cielo.
La ley de Moisés incluía reglas para hacer promesas y votos. Había leyes sobre ofrendas presentadas para hacer un voto de paz, también llamado sacrifico de reconciliación (Levítico 7:16–18) y sobre qué tipo de ofrenda era aceptable para hacer un sacrificio por una promesa (Levítico 22:17–25; Números 15:1–10). Las leyes también fijaban el precio para recomprar personas o propiedades prometidas a Dios (Levítico 27:1-25). Había reglas especiales para aquellos que se dedicaron a Dios mediante la promesa de convertirse en nazareos (Números 6:1-21). Es posible que el apóstol Pablo estuviera haciendo una especie de voto nazareo cuando se cortó el cabello e hizo una promesa a Dios en Cencrea (Hechos 18:18).
El capítulo 30 del libro de Números trata principalmente acerca de los votos hechos por las mujeres. Una joven que vivía con sus padres podía hacer un voto, pero su padre tenía el poder de anularlo y así ella ya no tenía que mantener la promesa y no era culpable. Lo mismo sucedía con un esposo que desaprobaba el voto de su esposa. Las viudas y las divorciadas podían hacer votos y debían cumplirlos, porque nadie tenía el poder de anular sus votos. No era necesario hacer una promesa al Señor, pero cuando se hacía una promesa, el Señor esperaba su cumplimiento (Deuteronomio 23:21-23; Eclesiastés 5:4-5).