Reflexiona:
—Ustedes, que son malos y no confían en Dios, me piden darles una prueba.
Piensa:
Vivimos en una época donde ya no se nos está permitido creer, sino que queremos tener pruebas de todo, queremos experimentar de primera mano las cosas para «confiar», desde las cosas más sencillas como ese producto que te ofrece 30 días de prueba y si no te convence lo regresas; muestras gratis de comida, ropa o cosméticos. Parece que todo debe ser comprobado antes de aceptarlo.
Pero esta no es una actitud nueva. En el Evangelio de hoy vemos la misma actitud de los fariseos para con Jesús. Muchos eran los milagros que Jesús había realizado: sanó enfermos, expulsó demonios, resucitó muertos… pero al parecer no era suficiente; todos querían un milagro personalizado, una prueba personal para «creer».
Y aun nosotros mismos muchas veces nos dejamos llevar por esta actitud. Sabemos que Jesús es Dios, pero no nos termina de convencer y pensamos que «si viéramos un milagro» entonces nuestra fe sería más fuerte. Y por eso mismo el reproche que Jesús le hace a los fariseos podría ser también para nosotros, porque nos invade el morbo por querer experimentar cosas sobrenaturales como prueba de la divinidad de Jesús. Cuántas veces vamos a la misa o a un retiro porque esperamos ver algo fuera de lo normal, una luz cegadora que baje del cielo, escuchar una voz que resuene en el aire y nos diga qué hacer.
Pero como Jesús dice en el Evangelio, las pruebas se encuentran no en los milagros sino en nuestra actitud, no se necesita ver un milagro para creer, sino que necesitamos creer para poder ver los milagros. Milagros que ocurren cada día: nuevas vidas que vienen el mundo, el poder despertar cada mañana, los gestos de amor de tu familia y amistades, la reconciliación con personas que nos han ofendido o a quienes hemos lastimado. Si somos capaces de tener un corazón dispuesto podremos ver la obra de Dios en cada paso, los milagros están ahí, solo es necesario creer para poder verlos.
Dialoga:
Señor Jesús, perdona mi incredulidad y mi falta de fe, que muchas veces me lleva por el camino de lo sobrenatural y me aleja de tu presencia. Ayúdame a tener un corazón dispuesto para saber encontrarte en los pequeños detalles de cada día; y permíteme convertirme en un instrumento para que otros puedan ver el poder de la fe y la oración.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a creer sinceramente»
Recalculando:
Para recalcular tu orientación de vida, te propongo que hagas alguna acción externa que pueda ayudar a otros a creer. Mucha gente no cree en Dios porque nosotros los creyentes, les obstaculizamos el proceso. Hagamos algo que sea nuevo, que marque una diferencia en mi vida y que me exponga como cristiano. Esto seguro te ayudará a ti.
Texto del Evangelio de hoy: San Mateo 12:38-42
Entonces algunos fariseos y maestros de la Ley le dijeron a Jesús:
—Maestro, queremos que hagas algo que nos demuestre que tú fuiste enviado por Dios.
Pero Jesús les contestó:
—Ustedes, que son malos y no confían en Dios, me piden darles una prueba. Pero la única prueba que les daré será la del profeta Jonás: Así como Jonás estuvo dentro del gran pez tres días y tres noches, así yo también, el Hijo del hombre, estaré dentro de la tumba tres días y tres noches. En el juicio final, la gente de la ciudad de Nínive se levantará y hablará contra ustedes para que Dios los castigue. Porque esa gente sí cambió de vida cuando oyó el mensaje que le anunció Jonás. Pero ustedes oyen mi mensaje y no cambian, aunque yo soy más importante que Jonás.
»La reina del Sur también se levantará en el día del juicio, y hablará contra ustedes. Porque ella vino desde muy lejos a escuchar las sabias enseñanzas del rey Salomón. Pero ustedes no quieren escuchar mis enseñanzas, aunque yo soy más importante que Salomón.»
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.