Reflexiona:

Abraham le dijo: «… cuando ustedes vivían, a ti te iba muy bien y a Lázaro le iba muy mal. Ahora, él es feliz aquí, mientras que a ti te toca sufrir».

Piensa:

Tómate un momento y piensa en la gente necesitada, aquella que apenas tiene lo suficiente para vivir, que sufre injusticias, falta de amor, soledad, pobreza, hambre…

Casi siempre al hacer este ejercicio nuestra mente se va a países lejanos, a poblaciones remotas, pero la realidad es: que todos los días nos topamos con estas personas, pero muchas veces no los podemos ver, no los queremos ver… como el rico del Evangelio de hoy.

Existen personas necesitadas ahí junto a nosotros: un hermano, un padre, una madre, un compañero de trabajo o del colegio. Ahí están, pero nos cuesta verlos, y si no los vemos, menos aún podremos ayudarlos.

El texto de hoy nos recuerda que siempre hay alguien que necesita de nosotros. Quizá no tenemos dinero de sobra o bienes materiales en abundancia, pero todos tenemos algo que compartir, algo que a alguien más le hace falta; y no debemos perder la oportunidad de ayudar. No permitamos que nuestra comodidad nos nuble los ojos del corazón y nos impida ver que hay gente sufriendo a nuestro alrededor.

El rico de este relato, se fue al infierno no por ser rico, no por tener bienes materiales; sino por su incapacidad de querer ver ni ayudar a aquel que estuvo ahí junto a su puerta todo el tiempo. No sigamos el mismo camino, aún tenemos tiempo de sacar el egoísmo de nuestro corazón y leer y cumplir lo que dice la Biblia. Vivamos con un corazón generoso como nos lo pide Jesús, amando a nuestro prójimo como él nos amó.

Dialoga:

Señor Jesús, tú me conoces y conoces lo que hay en mi corazón. Hoy te pido que abras los ojos de mi alma para saber reconocerte en todas las personas que me rodean, tanto aquellas que amo como aquellas que no me agradan. Que tenga un corazón generoso como el tuyo para saber transmitirte a todos. Que pueda encontrarte todos los días tanto en el mendigo como en el rico, en mi hermano como en el desconocido, y que mis manos estén siempre prontas para prestar ayuda.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «Señor, que mi alegría esté en servir»

Recalculando:

Hoy te invitamos a que descubras al menos a una de esas personas a tu alrededor que necesitan tu ayuda. Haz algo concreto por alguna de ellas, realiza una obra de caridad para solventar su dolor o necesidad. Puede ser inclusive compartir tu tiempo con alguien que se siente solo y necesita que alguien lo escuche.

Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 16:19-31

«Había una vez un hombre muy rico, que vestía ropas muy lujosas. Hacía fiestas todos los días, y servía las comidas más caras. En cambio, junto a la entrada de su casa había un hombre pobre, llamado Lázaro, que tenía la piel llena de llagas. Unas personas lo sentaban siempre allí, y los perros venían a lamerle las llagas. Este pobre hombre tenía tanta hambre que deseaba comer, por lo menos, las sobras que caían de la mesa del hombre rico.

»Un día, el hombre pobre murió y los ángeles lo pusieron en el sitio de honor, junto a su antepasado Abraham. Después murió también el hombre rico, y lo enterraron. Cuando ya estaba en el infierno, donde sufría muchísimo, el que había sido rico vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro sentado junto a él.

Entonces llamó a Abraham y le dijo: “¡Abraham, antepasado mío, compadécete de mí! Ordénale a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua, y me refresque la lengua. Sufro muchísimo con este fuego.” Pero Abraham le respondió: “Tú eres mi descendiente, pero recuerda que, cuando ustedes vivían, a ti te iba muy bien y a Lázaro le iba muy mal. Ahora, él es feliz aquí, mientras que a ti te toca sufrir. Además, a ustedes y a nosotros nos separa un gran abismo, y nadie puede pasar de un lado a otro.” El hombre rico dijo: “Abraham, te ruego entonces que mandes a Lázaro a la casa de mi familia. Que avise a mis cinco hermanos que, si no dejan de hacer lo malo, vendrán a este horrible lugar.” Pero Abraham le contestó: “Tus hermanos tienen la Biblia. ¿Por qué no la leen? ¿Por qué no la obedecen?” El hombre rico respondió: “Abraham, querido antepasado, ¡eso no basta! Pero si alguno de los muertos va y habla con ellos, te aseguro que se volverán a Dios.” Abraham le dijo: “Si no hacen caso de lo que dice la Biblia, tampoco le harán caso a un muerto que vuelva a vivir.”»

 

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.