Reflexiona:
«…les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propio pueblo.»
Piensa:
Hagamos un ejercicio rápido: piensa en una marca de galletas, refrescos, ropa, moda, autos…
A la mayoría de las personas nos viene inmediatamente alguna marca extranjera, ¿no es así? Y es que, aunque nos juremos patriotas y orgullosos de nuestro país, casi siempre tendemos a preferir marcas, productos, series o personas extranjeras, frente a lo nacional. Y no es una actitud nueva, hoy el Evangelio nos narra de esta misma «discriminación» que sufrió Jesús en su pueblo. La gente no lo tomaba en serio por ser alguien que conocían, lo vieron crecer, era para ellos sólo el hijo de un carpintero. Para los vecinos no era nadie especial.
Ciertamente había entre los judíos un arraigado sentimiento de patriotismo, al grado de que despreciaban a los extranjeros, pero resulta que cuando se les presenta el Mesías como uno de ellos, entonces lo rechazan y lo menosprecian.
Podríamos pensar «que tontos» o «que necios», pero cuántas veces nosotros mismos tenemos esta actitud cuando se nos presenta Jesús en el hermano, cuando se presenta ante nosotros en la figura de un pobre, de un marginado, de un mismo compañero de trabajo o de estudio. No somos capaces de reconocerlo porque esperamos a un dios que baje del cielo cubierto de nubes y rayos, ¡hemos visto demasiadas películas!
Hoy Jesús nos recuerda que cada día se nos presenta en el camino, y si no estamos atentos tendremos la misma actitud que los fariseos. Por eso mantengamos el corazón abierto para ver en el otro a ese Mesías que vive en el interior de cada uno.
Dialoga:
Señor Jesús, hoy quiero pedirte perdón por la dureza de mi corazón que no sabe encontrarte en lo sencillo. Te pido que me des un alma más humilde que sepa reconocerte a cada paso. No permitas que la cotidianeidad me aleje de tu presencia, sino que me permita vivir cada día más estrechamente unido a ti por medio del servicio a mis hermanos.
Concéntrate:
Repite varias veces durante el día: «Señor, ayúdame a reconocerte»
Recalculando:
Para hoy te queremos proponer que hagas algo especial, busca en algún hospital, o en algún centro de ancianos, a alguien que por algún motivo esté solo y sin compañía. No hace falta hacer ninguna actividad extra con esta persona, a menos que lo necesite. Te pedimos que acompañes a esta persona. Incluso puede ser a alguien que vive en tu edificio, o en el barrio. Alguien que de verdad esté necesitado de compañía. Y reconoce en esa persona a Jesús que sufre la soledad. Sentirás que tu vida va tomando un rumbo nuevo porque eres capaz de reconocer al Señor en el más abandonado.
Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 4:24-30
«Pero les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propio pueblo. Hace muchos años, cuando aún vivía el profeta Elías, no llovió durante tres años y medio, y la gente se moría de hambre. Y aunque había en Israel muchas viudas, Dios no envió a Elías para ayudarlas a todas, sino solamente a una viuda del pueblo de Sarepta, cerca de la ciudad de Sidón. En ese tiempo, también había en Israel muchas personas enfermas de lepra, pero Eliseo sanó solamente a Naamán, que era del país de Siria.»
Al oír eso, los que estaban en la sinagoga se enojaron muchísimo. Entonces sacaron de allí a Jesús, y lo llevaron a lo alto de la colina donde estaba el pueblo, pues querían arrojarlo por el precipicio. Pero Jesús pasó en medio de ellos, y se fue de Nazaret.
Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.