Reflexiona:

«El Espíritu Santo hizo que Jesús sintiera mucha alegría.»

Piensa:

Diariamente nos encontramos con situaciones que son un poco complicadas, tareas en el colegio, labores en el hogar, responsabilidades en el trabajo, y muchas veces parece que no podremos salir exitosos, pero lo logramos. ¡Que satisfacción tan grande nos invade! Es una alegría que proviene de nuestro interior y que se contagia a las personas que están a nuestro alrededor. Algo así es lo que vemos en el texto de hoy: los discípulos regresan de su tarea misionera, y seguramente se habrán topado con muchas dificultades, pero han cumplido su misión y están alegres, y Jesús se contagia de esa alegría.

Hoy Jesús nos recuerda que la verdadera alegría no proviene de acumular bienes materiales, el mismo mando a sus discípulos partir a la misión sin nada, y aun sin nada en los bolsillos, han regresado llenos de alegría.

Aprendamos día a día a saber alejarnos de la avaricia y la necesidad de acumular cosas y busquemos la felicidad que proviene de hacer el bien. Dedica más tiempo a procurar el bienestar de otros y verás cómo tu vida se hará más alegre y plena.

Dialoga:

Señor Jesús, hoy quiero poner a tu disposición mis manos, para trabajar por tu reino y ayudar a construir un mundo mejor. Dame el valor necesario para saber despegarme de las cosas materiales que me impiden alcanzarte y a confiar en tu bondad; porque solo tú eres capaz de dar a mi alma la paz que necesita.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «La alegría viene del servicio a los demás»

Recalculando:

Todos los días nos topamos con oportunidades para hacer el bien: dar una palabra de aliento, ayudar en las necesidades de alguien, colaborar con las obras en nuestra comunidad. Proponte todos los días encontrar por lo menos una ocasión para ayudar a otros. Como buen discípulo, encuentra la alegría en el servicio a los demás.

Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 10:21-24

En ese mismo momento, el Espíritu Santo hizo que Jesús sintiera mucha alegría. Entonces Jesús dijo:

«Padre mío, que gobiernas el cielo y la tierra, te alabo porque has mostrado estas cosas a los niños y a los que son como ellos. En cambio, no se las mostraste a los que conocen mucho y son sabios, porque así lo has querido, Padre mío.»

Luego Jesús le dijo a la gente que estaba con él: «Mi Padre me ha entregado todo, y nadie me conoce mejor que él. Y yo, que soy su Hijo, conozco mejor que nadie a Dios, mi Padre, y elijo a las personas que lo conocerán como yo.»

Cuando Jesús se quedó a solas con sus discípulos, les dijo: «Dichosos ustedes, que pueden ver todo lo que sucede ahora. A muchos profetas y reyes les habría gustado ver y oír lo que ustedes ven y oyen ahora, pero no pudieron.»

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.