Reflexiona:

En esos días, Jesús estaba en la región de Galilea, en un pueblo llamado Nazaret. Desde allí viajó hasta el río Jordán, donde Juan lo bautizó.

Piensa:

El mundo actual, tan dado a la vanidad y al reconocimiento de los demás, nos lleva, muchas veces, a buscar solo las cosas que nos dan prestigio o beneficios económicos. Todos los días los medios nos bombardean con mensajes que nos dicen que estudiar en cierto colegio, usar cierta ropa o adquirir cierto artículo es lo que nos da valor.

El estatus o posición privilegiada de algunas personas las hace sentirse por encima de los demás, de las reglas y de las obligaciones. Pero hoy vemos una actitud totalmente contrapuesta a todo esto. Jesús en un acto de humildad y sencillez, se acerca con Juan para ser bautizado. Él de quien Juan había dicho: «No soy digno ni de atarle las sandalias», viene, inclina la cabeza y pide el bautismo.

Él no lo necesitaba, no tenía que someterse a las leyes humanas, pero lo hace para darnos ejemplo, porque es muy fácil dar instrucciones a otros de lo que deben hacer, pero no siempre es sencillo dar el ejemplo y cumplir todo aquello que le pedimos al mundo.

En tu vida diaria, ¿procuras tener una actitud sencilla ante los demás? ¿Eres capaz de bajar la cabeza con humildad para dar ejemplo ante las personas que están a tu disposición?

Dialoga:

Señor Jesús, tú que siempre me das ejemplo de humildad, te pido que me ayudes a no dejar que la vanidad del mundo me corrompa y me aleje de ti. Dame tu gracia para saber buscarte y encontrarte no en el reconocimiento de los hombres sino el que viene de ti y del Padre.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «Señor, hazme un digno hijo de Dios»

Recalculando:

En un mundo materialista como el nuestro, vivir la sencillez no es fácil, por eso hoy te invitamos a vivir de manera más simple tu día a día. Proponte tres actos para practicar la humildad en tu día a día. Piensa en las situaciones en las qué más trabajo te cuesta.

Texto del Evangelio de hoy: San Marcos 1:7-11

Por esos días, Juan el Bautista apareció en el desierto. Se vestía con ropa hecha de pelo de camello y usaba un taparrabos de cuero. Comía saltamontes y miel silvestre.

Juan le decía a la gente: «¡Bautícense y demuestren que ya no quieren hacer lo malo! Sólo así Dios los perdonará.» También decía: «Después de mí viene alguien más poderoso que yo. ¡Ni siquiera merezco ser su esclavo! Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»

Todos los que vivían en la región de Judea, y en Jerusalén, iban al desierto para oír a Juan. Muchos confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.

En esos días, Jesús estaba en la región de Galilea, en un pueblo llamado Nazaret. Desde allí viajó hasta el río Jordán, donde Juan lo bautizó. Cuando Jesús salió del agua, vio que se abría el cielo, y que el Espíritu de Dios bajaba sobre él en forma de paloma. En ese momento, una voz que venía del cielo le dijo: «Tú eres mi Hijo, a quien quiero mucho. Estoy muy contento contigo.»

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.