Evangelio de hoy: San Lucas 10:1–12

Reflexiona:

Jesús dijo: «son muy pocos los que hay para anunciar las buenas noticias».

Piensa:

¿Te has fijado que pareciera haber más gente dedicada a engañar y a estafar que la gente que se dedica a hacer el bien? Bueno, pues eso es precisamente lo que nos recuerda el Evangelio de hoy. Hacen falta más personas que sean mensajeras de la alegría, y no hace falta dejar nuestras comunidades y lanzarnos de misioneros a tierras remotas. Debemos compartir el bien y las buenas noticias en nuestra propia realidad.

Basta con tener una buena actitud ante la vida, predicar con el ejemplo, sonreír en la calle aun a las personas desconocidas, ayudar a la gente a nuestro alrededor sin esperar nada a cambio. No esperemos que «lleguen los mensajeros», tomemos la iniciativa de serlo.

Dialoga:

Señor Jesús, sé que necesitas mis manos, pero el miedo y la vergüenza al rechazo no me dejan tomar acciones para cambiar la realidad de mi comunidad. Hoy quiero pedirte que me des el coraje para dejar mis miedos a un lado y saber anunciarte a todas las personas con las que me cruce en mi camino.

Concéntrate:

Repite varias veces durante el día: «Soy mensajero de la alegría»

Recalculando:

Hoy te invitamos a tener un cambio de actitud y convertirte en un mensajero de la alegría. Te proponemos un ejercicio sencillo: hoy cuando salgas a la calle sonríe a todos de manera amable, a quienes te encuentres en el transporte público, o en el supermercado. Verás que la sonrisa se puede contagiar.

Texto del Evangelio de hoy: San Lucas 10:1–12

Después, Jesús eligió a setenta y dos discípulos, y los envió en grupos de dos en dos a los pueblos y lugares por donde él iba a pasar. Jesús les dijo:

«Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciar las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más seguidores míos, para que compartan las buenas noticias con toda esa gente. Y ahora, vayan; pero tengan cuidado, porque yo los envío como quien manda corderos a una cueva de lobos.

»No lleven dinero, ni mochila ni zapatos, ni se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando lleguen a alguna casa, saluden a todos los que vivan allí, deseándoles que les vaya bien. Si la gente merece el bien, el deseo de ustedes se cumplirá; pero si no lo merece, no se cumplirá su deseo. No anden de casa en casa. Quédense con una sola familia, y coman y beban lo que allí les den, porque el trabajador merece que le paguen.

»Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les sirvan, sanen a los enfermos, y díganles que el reino de Dios ya está cerca. Pero si entran en un pueblo y no los reciben bien, salgan a la calle y grítenles: “No tenemos nada que ver con ustedes. Por eso, hasta el polvo de su pueblo lo sacudimos de nuestros pies. Pero sepan esto: ya está cerca el reino de Dios”. Les aseguro que, en el día del juicio, Dios castigará más duramente a la gente de ese pueblo que a la de Sodoma.»

Texto bíblico: Traducción en lenguaje actual  ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2002, 2004.