Una vez tomada la decisión de seguir a Cristo, debemos tener presente que las cosas no serán del mismo modo. Encontraremos las mismas dificultades y otras aun mayores en nuestro nuevo compromiso cristiano en el cual será fundamental la fe para saber que Jesús está con nosotros en todo momento.

Contamos con la fuerza cotidiana de Dios para enfrentar con inteligencia las adversidades y la sabiduría para actuar de la mejor manera en cada ocasión. Hay tres cosas que todo discípulo debe hacer, tres pasos imprescindibles para seguir la vida que ahora se presenta ante nosotros como seguidores de Cristo que somos porque vamos a necesitarla ya que el camino es difícil.

Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la encuentran (Mateo 7:14).

Jesús, ejemplo de negación de sí mismo, de profunda bondad y amor incondicional por nosotros al morir en la cruz del Calvario para limpiarnos y redimirnos del pecado, nos exhorta a seguirle con tres condiciones fundamentales.

Negarse a sí mismo

Cuando les dice a sus discípulos «niéguese a sí mismos» está haciendo una exhortación de toda condición humana, de todo bien material, todo bienestar mundano, de todo sentimiento negativo como el egoísmo, la ambición, el rencor, la envidia, etc., que permean a la persona antes de conocer la Palabra y entender su esencia para nosotros como hijos de Dios.

Cargar con su cruz

Al plantearles «cargue con su cruz» es que llevemos dignamente nuestros problemas cotidianos, con la serenidad, la valentía y la entereza necesarias sin renunciar a la misericordia con los demás, a la amabilidad con nuestros semejantes y a la bondad porque «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:39). Ser en todo momento dignos hijos de Dios es esencial en la vida del cristiano y uno de los preceptos es la atención, la amabilidad y el servicio con los demás sea cual sea la carga que llevemos con la seguridad de que «todo lo puedo en Cristo que me fortalece» 

Seguir a Cristo

Seguir a Cristo significa abandonarlo todo para seguirlo a él, tener la fuerza requerida para no dejarnos vencer por las tentaciones del mundo sabiendo que ahora el trayecto es aun más difícil pero más hermosa la recompensa. Seguir a Cristo es la dejación de ser quienes hemos sido para adoptar una nueva manera de ser, tomando el ejemplo de su vida en la tierra durante su breve ministerio de tres años; el amor por el prójimo y la misericordia deben prevalecer en nuestro corazón y caracterizarnos.

Seguir la vida de Cristo es renunciar a nuestra vida anterior, abandonar rencores, ambiciones, egoísmos y pecados que desagradan al Señor, porque somos nuevas criaturas en Dios. Tener una vida de rectitud ante Dios y los hombres es lo que nos hará dignos hijos suyos.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará (Mateo 16:24-25).

Dejarlo todo por cumplir la misión de Cristo como cumplimiento de su voluntad es una dicha para el cristiano. A veces no queremos dejar la zona de confort porque creemos haber alcanzado las metas por las cuales luchamos, pero Dios tiene un propósito mayor. Hace poco tenía un vecino que vivía muy bien, buena casa, buen carro, magnífico trabajo y matrimonio feliz. Una mañana me lo encuentro a la salida de su casa y con la cara radiante de felicidad me dice que iba de misionero con su esposa para un lejano país. Asombrada le pregunto: «¿lo dejas todo?». Su respuesta me dejó ungida del amor de Cristo: «Lo tomo todo. Es el propósito de Dios».